domingo, 21 de marzo de 2010

Plomeros en lugar de ciudadanos

Gustavo Gordillo La jornada 20 Marzo 2010

Lo que hemos vivido desde 1997 son gobiernos divididos, paralizados. Para resolver esto se proponen caminos distintos a partir de dos diagnósticos contrapuestos. La parálisis es un problema de malas reglas en el mismo sistema presidencial, o bien es un problema de representación política producto del pluralismo social y político. En el primer caso miras hacia el régimen de partido hegemónico para restaurarlo con una diarquía. En el segundo caso reconoces que el punto de partida es el pluralismo existente.
El gobernador Peña Nieto publicó el lunes pasado un artículo en El Universal que lo pinta de cuerpo entero. Su artículo es una convocatoria a lo que denomina un gobierno eficiente. El eje de esa eficiencia lo sitúa en la necesidad de construir mayorías: “Sin mayorías, se pierde la capacidad de decidir y transformar, lo que termina por erosionar la capacidad para gobernar.” Lo cual es cierto aunque yo añadiría que no cualquier mayoría.
Acto seguido pasa a revisar las tres propuestas de reforma política que se han presentado ante el Congreso. Deshecha la propuesta del Ejecutivo de una segunda vuelta presidencial aparejada con elecciones legislativas porque señala que no garantiza mayorías legislativas. Tampoco considera que la propuesta de fracción senatorial priísta (encabezada por su principal contendiente interno, Manlio Fabio Beltrones)), logra ese propósito al postular la ratificación del gabinete presidencial. Finalmente no encuentra en las propuestas del Dia elementos que permitan a su juicio construir esas mayorías.
Pasa entonces a delinear su propuesta para construir esas mayorías que consiste en dos posibles caminos. Eliminar el límite de los ocho puntos porcentuales de sobrerrepresentación legislativa. O bien reintroducir una cláusula de gobernabilidad que permitiría alcanzar la mayoría absoluta al partido que obtenga una mayoría relativa de 35 por ciento “o más de la votación”.
Las propuestas de Peña Nieto, inspiradas en un artículo elaborado por José Córdoba Montoya hace algunos meses en la revista Nexos, tienen la virtud de la claridad. En síntesis, su argumento central parece ser que dado que los ciudadanos no han dado ni presumiblemente darán a ninguno de los tres partidos principales una mayoría legislativa, es necesario construir esa mayoría a través de las reglas electorales. Es decir, lo que los electores no te dan, que te lo den las fórmulas.

Estas propuestas forman parte de una estrategia política de largo alcance para defender el statu quo que, empero, sufre ya resquebrajaduras por el creciente divorcio entre elites y ciudadanos. El artículo de Peña Nieto arroja más luz a un aparentemente sainete de malas decisiones (sobre todo del PAN) con el famoso acuerdo que dejó de ser secreto. 

Para un sector importante del PAN el arreglo político prefigurado en los 90 es la mejor opción: Ejecutivo tricolor con una fuerte presencia parlamentaria azul. Por ello quizás el intercambio con el PRI de no alianza del PAN con el PRD en el estado de México no residía solamente en los votos para aumentar los impuestos, sino en un arreglo para co-gobernar en el 2012.

Este arreglo, centro de la restauración conservadora, encuentra resistencias entre precandidatos priístas y también en sectores influyentes del panismo. En un artículo publicado en el suplemento Enfoque de Reforma, el ex presidente del PAN Germán Martínez postula la necesidad de un PAN liberal y señala como en passant: “Pero tampoco el gobierno panista debe admitir en su seno a quienes disfrazados de panistas intentan ya la resurrección del PRI…”.

Presenciamos pues una situación de equilibrio catastrófico o de crisis orgánica, como la llamaba Gramsci. La crisis es siempre crisis entre representantes y representados. Gramsci concentra su interés en el modo en que el Estado se recompone en situaciones de crisis y a eso llama revolución pasiva.
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Mayorías en el Congreso para un Estado eficaz
Enrique Peña Nieto El Universal 16 de marzo de 2010

El Estado en un sistema democrático necesita de mayorías para ser eficaz. Sin mayorías, se pierde la capacidad de decidir y transformar, lo que termina por erosionar la capacidad para gobernar. Sin definiciones, el propio sistema democrático es vulnerado, ya que se vuelve incapaz de cumplir con las necesidades y expectativas de la población.
México ha vivido más de una década sin grandes reformas porque nuestro sistema institucional dificulta la construcción de mayorías. Hoy, el Estado mexicano es ineficaz porque no se ha transformado. En este año del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, debemos sumar voluntades para crear los cimientos de un Estado eficaz, donde la población disfrute en la práctica de los derechos fundamentales que establece la Constitución y el país crezca a su verdadero potencial económico. El primer paso para lograr este objetivo es impulsar una reforma política que ayude a generar mayorías parlamentarias.
Existen ya tres propuestas concretas de reforma política. Todas hacen aportaciones valiosas y comparten algunos elementos. Sin embargo, en ninguna de ellas se ha trazado la formación de mayorías como objetivo principal. En la propuesta de reforma del Ejecutivo se habla de la segunda vuelta presidencial como un mecanismo para crear coaliciones y, por ende, mayorías. Sin embargo, como lo demuestra la experiencia de los países que cuentan con este sistema de elección, la segunda vuelta no ofrece ninguna garantía de que las coaliciones electorales se traduzcan después en mayorías para gobernar. Ni siquiera la concurrencia de la segunda vuelta presidencial con las elecciones legislativas asegura que una elevada votación para el Presidente se traduzca en mayorías legislativas para su partido.
En la propuesta de los senadores del PRI se argumenta que la ratificación del gabinete presidencial ayudaría a formar mayorías. Sin embargo, al margen de otras ventajas que pudiera tener esta propuesta, tampoco es un mecanismo que garantice la formación de mayorías, ya que la aprobación de un funcionario por el Congreso no implica un respaldo posterior al programa de gobierno del Ejecutivo. La iniciativa de PRD, PT y Convergencia, que también aporta elementos importantes al debate, no considera ningún mecanismo para construir mayorías.
La formación de mayorías se puede alcanzar con diversas fórmulas que han tenido poca resonancia en el debate. Una posible opción sería eliminar el límite de 8 puntos porcentuales a la sobrerrepresentación legislativa. Esta regla, creada en la reforma electoral de 1996, que tenía sentido en el contexto político de aquel entonces, se ha convertido en una “barrera institucional” para la formación de mayorías. Prácticamente todas las democracias cuentan con márgenes de sobrerrepresentación que, en muchas ocasiones, sirven para construir mayorías. Sin embargo, nuestro país tiene la particularidad de contar con un mecanismo constitucional para evitar la formación de mayorías; eliminarlo es una opción que hasta ahora ha estado ausente en el debate.
Otra alternativa sería retomar la cláusula de gobernabilidad, que permitiría alcanzar la mayoría absoluta al partido que obtenga una mayoría relativa de 35% o más de la votación. En nuestro contexto democrático actual, los tres partidos grandes tienen la posibilidad de alcanzar este umbral de votación, así que esta regla no sería, como pudo haber sido en el pasado, inequitativa. Es particularmente importante que el Ejecutivo cuente con mayoría durante su primer trienio, ya que en la primera mitad de su mandato debe mostrar la efectividad de su programa de gobierno, el cual es juzgado por la ciudadanía en las elecciones intermedias. Por ello, la cláusula de gobernabilidad sería particularmente útil en las elecciones concurrentes para Presidente de la República y el Congreso de la Unión.
Otra alternativa, como lo han planteado diversas voces, sería la desaparición de legisladores plurinominales. Esta reforma, sin duda, facilitaría la formación de mayorías, al favorecer la representación de los partidos grandes. Sin embargo, tendría el inconveniente de marginar a las minorías, que son valiosos segmentos de la sociedad mexicana. Para atenuar este problema, se pueden analizar opciones que disminuyan el número de congresistas plurinominales sin desaparecer por completo esta forma de representación.
Finalmente, también se podrían explorar otras fórmulas para la integración de los legisladores plurinominales que, en combinación con los diputados uninominales y los senadores electos por entidad federativa, permitieran una integración de las Cámaras más favorable para alcanzar mayorías.
Como es claro, existen diversas opciones para crear mayorías en el presidencialismo democrático de nuestro país; es fundamental que las incorporemos al debate. No podemos perder de vista que el principal reto de nuestro sistema político es formar mayorías para gobernar. Mayorías para construir las reformas que nos permitan tener un Estado eficaz que lleve al país a crecer a su verdadero potencial y garantice, en la práctica, todos los derechos a todos los mexicanos.
Gobernador del Estado de México

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