miércoles, 17 de marzo de 2010

Censos censurados del INEGI

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Gilberto Balam Pereira
Al gobierno fecalista no interesa población informada

Lo que antes era un excelente auxiliar para mantenernos informados sobre nuestra realidad, ahora careceremos de ello.
Este año, el INEGI hará unos acotadísimos censos con muestras reducidas de ciudadanos sin estratificación ni método sólido y serio, para empezar.


Al país le ha costado elevados presupuestos el levantamiento de periódicos censos de población y vivienda, cuyos resultados, aunque nunca significaron datos duros y matemáticamente exactos, al menos siempre fueron magníficos indicadores, o sea, que nos indicaban (pleonasmo, perdón) con mucha proximidad lo cierto, que algo pasaba bueno o malo en algún renglón de nuestra vida social.
Algo que lamento muchísimo es que ya no se dispondrá de información de los municipios y de sus comisarías, información muy necesaria para el desarrollo de actividades tendientes a la solución o mejoramiento de problemas concretos.
En mi caso, dicha información estatal y nacional me era muy útil para implementar o recomendar acciones en base a una sistematización de datos a la que he denominado desde hace mucho tiempo “Geografía de la Salud”, que por cierto con colegas cubanos –Dra. Ma. Luisa Iñiguez– desarrollamos un proyecto al respecto, muy útil para ambos países hace algunos años. Regionalizar con plenas fronteras los problemas sociales, así como su magnitud y diferencias focales, resulta indispensable para delimitar geografías de trabajo y priorizar urgencias epidemiológicas, según las necesidades comunitarias.
El gobierno fecalista está tirando la casa por la ventana con costosísimos eventos que “festejan” un centenario y un bicentenario históricos.
Pero al mal gobierno no le conviene que nos percatemos de que no hay motivos para festejar, no le conviene que la población le tome la temperatura a un paciente –México – muy grave que requiere terapia intensiva. Y ha acotado los censos de población.
Los problemas y necesidades que aportarían censos de población rigurosamente llevados al cabo, se mantienen bajo la alfombra o se diluyen en mezquinas y absurdas polémicas en el Congreso.
Esos censos nos hablarían de que no existe ningún “presidente del empleo”, de que las actividades económicas se van reduciendo al subempleo y al comercio ambulante, de que el ingreso familiar ha sufrido un grave descenso durante los últimos diez años. La asistencia médica pública no se había visto tan crítica como en los últimos años. Los indicadores de la educación han descendido también notablemente hasta arrastrar al país a los últimos lugares, según advierten organismos especializados en pedagogía. Las estadísticas vitales, morbilidad y mortalidad, o sea, frecuencia de enfermedades y causas de defunción están presentando tasas elevadas exponencialmente, sobre todo las de características sociales como el suicidio, el homicidio, los feminicidios, el estrés con sus referentes hipertensión arterial, desnutrición (que incluye obesidad), diabetes y las fármaco-dependencias. Todas estas patologías están compitiendo con las frecuencias de los países más pobres del tercer mundo.
Y, por supuesto, estas realidades no convienen que sean medidas y conocidas como resultados de un gobierno incapaz, fallido y corrupto. Había que resumir los reactivos o preguntas en los censos de INEGI que comprometieran a un mal gobierno. Se trata de eliminar preguntas cuyas respuestas resultarían acusatorias. 52 preguntas que contenían los cuestionarios del año 2000 se han reducido a 29 redactadas por Eduardo Sojo, “intelectual” incondicional de Fecal, quien ha eliminado la posibilidad de comparar longitudinalmente las variables del desenvolvimiento de la realidad, dejando en la ignorancia a la población. En resumen, los censos de población y vivienda de 2010 del INEGI no servirán para nada, por obra y gracia del gobierno fecalista.

Comentarios aparte. El campo yucateco
Nos dio gusto saber que un empresario agrícola esté alcanzando buenos resultados con el cultivo de soya y maíz híbrido. El gobierno yucateco, inmediatamente salió al quite para hacer fuerte al agricultor privado. A la vez, el Ejecutivo reparte modestas ayudas económicas para los agricultores de subsistencia que han perdido la producción de sus milpas por los cambios climáticos. Con estos últimos, habría de seguirse también la política de apoyos financieros para elevar la producción milpera de temporal, porque cultivos como la soya no son viables de aplicarse a pequeña escala, ya que es una producción onerosa y de poca demanda en el mercado. Aún culturalmente, el grano de soya no es aceptado para el consumo humano en nuestro medio porque es de sabor y consistencia un tanto desagradables. Es aceptable en sus formas industrializadas, pero resultan muy caras para su consumo diario. Como forraje, también resulta incosteable para los productores ganaderos. Entre tanto se observa la intención de quedar bien parados con los empresarios agrícolas privados, se mantiene en el olvido a los productores milperos de subsistencia.

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