miércoles, 17 de marzo de 2010

Relevos atómicos

Jorge Chabat El Universal 15 de marzo de 2010

Desde que se inició la transición hacia la democracia, aunque más de alguno diría que es hacia la ingobernabilidad, el reclamo ciudadano hacia los partidos políticos representados en las cámaras ha sido: pónganse de acuerdo. Ése ha sido también el reclamo al Presidente en turno: a ver cómo le hace pero tiene que obtener reformas para que el país funcione. El único pequeño problema es que con el diseño constitucional que tenemos que requiere de dos tercios de las cámaras y de la mayoría de las legislaturas de los estados para reformas constitucionales y de mayoría simple para cambiar las leyes, está en chino cambiar nada. Al menos mientras el mexicano siga emitiendo su voto repartidito. No sólo la población difiere a la hora de votar por los tres grandes partidos y los pequeños sino que muchos mexicanos votan dividido: dan su voto a un partido para la Presidencia y a otro en el Congreso y a veces a otro para presidentes municipales o delegados. Evidentemente, el resultado es que no se puede cambiar nada, lo cual estaría muy bien si las cosas en este país funcionaran muy bien, pero la realidad es que simplemente no funcionan. Tenemos un marco legal heredado del priato diseñado para un sistema corporativo que buscaba el control de la población y para el cual la lógica económica simplemente no existía. Cuando se quiebra este modelo porque simplemente el dinero del Estado no alcanzaba para repartir a todos los grupos que mantenían en el poder al PRI, el partido hegemónico pierde la Presidencia pero deja atado el sistema para tomar decisiones.
Así, durante seis años del gobierno de Fox vimos cómo no se podía hacer ningún cambio. La estrategia foxista fracasó simplemente porque no supo negociar con el PRI: les daba todo y el partido tricolor nunca pagaba los favores. Fox le perdonó al PRI sus historias de corrupción y hasta les daba regalos por adelantado como el Consejo General del IFE en 2003, pero nunca recibió nada a cambio. Y, claro, la presión ciudadana aumentaba. Con base en eso, los priístas construyeron su campaña de que el PAN “no sabe gobernar”, cuando en realidad lo que no sabía era negociar con un PRI que pedía las perlas de la Virgen por sus favores los cuales, por cierto, al final no concedía. En el gobierno de Calderón el PRI —acompañado muchas veces del PRD— también siguió en buena medida esa lógica, lo cual llevó a sacar en el mejor de los casos reformas incompletas e ineficientes que no han resuelto los problemas estructurales. Con la victoria priísta en las elecciones para diputados de 2009, que le dio la mayor parte de los votos al tricolor aunque no la mayoría absoluta, éste se volvió un interlocutor ineludible y el panorama se agravó para el gobierno panista, el cual no sólo tenía que rogarle al otrora “partidazo” para sacar las grandes reformas sino incluso para acuerdos de corto plazo como el presupuesto. En esa lógica negociadora, al presidente del PAN y al secretario de Gobernación, y probablemente también al presidente Calderón, no se les ocurrió otra cosa que ofrecerle al PRI la promesa de no echarle montón en las elecciones para gobernador en varios estados clave incluida desde luego, la joya de la corona: el estado de México. Desde luego, lo que sorprende es que los presidentes del PAN y del PRI, César Nava y Beatriz Paredes hayan firmado un documento, con el secretario de Gobernación de testigo. ¿Cuál era la idea de dejar por escrito un acuerdo político que evidentemente iba a ser cuestionado por todo el mundo? No cabe duda que las mentes de los políticos son inescrutables.
Es obvio que, hasta ahora, el PAN no cumplió con este acuerdo de “caballeros” (????) y ya se alió con el PRD para quitarle algunas gubernaturas ricas en votos acarreados al PRI. Y es probable que también para el estado de México haya una alianza. La lógica política más elemental dice que el PAN y el PRD deben hacer eso si quieren seguir siendo competitivos. Sin embargo, el problema de fondo no se ha resuelto: el sistema político-legal que tenemos impide hacer cambios en un país en el cual urgen los cambios y los gobiernos en el poder tienen que hacer maroma y media, incluidos pactos inconfesables, para poder gobernar. Mientras eso no se resuelva, habrá más acuerdos en lo oscurito o en lo clarito, más alianzas contranatura y más relevos atómicos en los que, como en la lucha libre, los rudos se alían con los técnicos para derrotar a otros rudos aliados con técnicos. Todos con todos y contra todos, pues.
jorge.chabat@cide.edu
Analista político e investigador del CIDE

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