miércoles, 17 de marzo de 2010

La informalidad y sus reformas

Carlos Márquez-Padilla Casar PorEsto 15 Marzo 2010

La frialdad y dureza de los números bastaría, pero no hay realidad más contundente que la que se corrobora en la cotidianidad. Recientemente, el INEGI reportó que la actividad en el sector informal ha llegado a máximos históricos: 28 de cada 100 empleos se encuentran en el sector informal, lo que equivale al total de empleos en los sectores agrícola y manufacturero sumados; tan sólo el año pasado se incorporaron a la informalidad cerca de un millón de empleados.
Queramos o no, la informalidad es parte de nuestra vida. De los que evaden impuestos, de los que evitan dar de alta a sus empleados ante el Seguro Social, de los coyotes en los juzgados, del mercado de productos piratas.
También de quien no exige factura o paga por estacionarse en la vía pública. Incluso de quienes recurren a prestamistas por no tener acceso a la banca. En todo momento somos víctimas o victimarios de la informalidad. Razones y causas de tan alarmante fenómeno hay de sobra: Que los beneficios de ser formal son bajos; que la probabilidad de ser descubierto y sancionado es mínima; que el crecimiento económico es insuficiente; que los productos ofrecidos en el mercado informal son más baratos; que ser formal es muy caro y de otra manera no se podría subsistir.
Los ejemplos sobre la informalidad son reflejo de lo que en México no funciona y no hemos querido que funcione. Es esa la “verdad incómoda’’ que, con resignación u oportunismo, dejamos exisistir.
El México informal es producto de la agregación de muchas realidades informales que los políticos no enfrentan para no afectar intereses. En lo fiscal, México es informal porque existe la idea de que los impuestos no se traducen en beneficio; porque son muchos; porque se privilegia a ciertos grupos y castiga a otros; porque el pago es laborioso, porque la autoridad fiscal es ineficiente en su cobro.
No importa que la informalidad se traduzca en una Hacienda pública pobre y en la limitación del gasto, la reforma fiscal se pospone una y otra vez: “para otra Legislatura será, hoy no estamos para esto pues en julio tendremos elecciones’’.
En lo laboral, México vive en la informalidad porque se ha consentido una legislación que ni contribuye a la generación y conservación de empleos ni a la productividad, pero sí a los contratos de protección y a la falta de transparencia de muchos sindicatos.
Se pueden y deben garantizar los derechos de los trabajadores al tiempo de ampliar la formalidad en el empleo, pero la reforma laboral “la dejamos para otro período pues es impopular’’.
En el Estado de derecho, la informalidad aflora porque es más rentable violar las leyes que respetarlas. Porque es más barato el producto pirata, la mercancía de contrabando, las mordidas o el gestor de trámites que sus equivalentes legales.
No importa que todas estas conductas impidan el Progreso, la reforma a la legalidad “habrá de dejarla para cuando la coyuntura política esté mejor’’. En el acceso al crédito, México es informal porque no hay incentivos para dar recursos a proyectos empresariales, financiar a las pymes o incursionar en sectores menos favorecidos. Porque el statu quo es rentable, porque paga más prestar a unos cuantos y porque las altas comisiones son dinero fácil. Entonces, para qué financiar el desarrollo del país, las zonas más atrasadas o como bien lo ha hecho Brasil, financiar a las empresas que se establecen en el país. Sabiendo que necesitamos una revolución crediticia para crecer, “la dejamos para el año entrante, pues ahora es tiempo de concentrarnos en otra y su aprobación luce complicada’’.
Y en la educación, pues no importa que sea de mala calidad, hay que dejarla así; al fin al cabo ahí está el mercado informal que puede absorber a aquéllos que no serían contratados por falta de calificación.
También con esta necesaria reforma operamos con la lógica de dejémosla para después pues “afecta intereses y aún no es el momento’’. Así, las reformas para acabar con el gran obstáculo para la prosperidad se siguen postergando. No hay duda, somos informales hasta para acabar con lo que décimos queremos acabar: La informalidad.

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