martes, 9 de marzo de 2010

ABC: voces en el desierto

Cuenta atrás Antonio Navalón El Universal 08 de marzo de 2010


Nunca nada ni nadie los revivirá y mientras vivamos no debemos olvidarlos. Su sonrisa cortada, su paso a la eternidad significó la muerte de una parte de México. Hoy el Estado mexicano se parece a los juguetes que la arena va descomponiendo sobre sus tumbas, recordándonos que esos juguetes sirvieron para iluminar la esperanza de un mañana que eran esos niños, asesinados porque alguien no vio dónde tenían que estar las paredes que separaran la vida de la muerte en un incendio.
La diferencia entre accidente y abandono es que el accidente, para los creyentes, está en manos de Dios. Abandono es que pudiendo evitar una catástrofe no se evite. El Estado existe y no es totalmente fallido, pero en Sonora, como dice la canción, no están clavadas dos sino 49 cruces.
La semana pasada, la Corte justificó por qué pagamos sus coches, aviones y restaurantes de lujo. Investigó y llegó a una conclusión que no es nueva: hubo negligencia en el caso ABC, se pudo evitar y hay culpables.
Si yo fuera uno de los padres de los niños enterrados debajo del polvo del desierto de Sonora hubiera tenido muchas veces la tentación de tomar justicia por mi mano. Hoy tomo justicia pero ya no por mano propia: una parte del Estado sirvió para algo, la otra parte no evitó que mi hijo muriera abrasado por las llamas. La Corte impidió que mi hijo muriera por tercera vez, al decir que no fui yo quien no lo supo cuidar, y que me lo robaron la desidia, la avaricia y la incuria, al probar que ahora debo enterrarlo en mi memoria porque no se le protegió.
Que el hoy secretario de Comunicaciones no actuó bien, lo sabíamos; que Bours —el que durmió como un bebé cuando asesinaron a los bebés— es responsable, también lo sabíamos; pero después de esta investigación y sin más sangre sobre sangre, el gobierno se obliga a investigar, ya que la Corte demostró que sí tiene jueces y tribunales capaces de indagar lo qué pasó y de exigir responsabilidades.
Yo me sentí el criminal, el irresponsable, por las sonrisas de los niños que siempre me acompañarán. Hoy la Corte no me devuelve la paz pero sí cierta tranquilidad de que no todo lo que hacemos por México es inútil.
El Legislativo y el Ejecutivo deberían saber que las lágrimas de impotencia, el llanto de los padres y su lucha por justicia ha tenido una sola reacción en su favor y esa fue la del tercer poder, el Judicial. Toda mi solidaridad para esos padres. Siento el mismo vacío, uno que no se va a llenar. 49 niños nos miran, esperan y preguntan qué vamos a hacer con su muerte.
POSDATA: Si acaso alguna vez Juan Molinar tiene la tentación de ser Presidente, que sepa que en su campaña siempre estarán las 49 risas sepultadas, porque el IMSS, la institución que él dirigía, no hizo lo que debía.

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