martes, 9 de marzo de 2010

Una mente que miente

El ex presidente Carlos Salinas
Por Denise Dresser (*) Diario de Yucatan 08-marzo-2010

Yo voto por desterrar a Carlos Salinas. No del planeta. Eso no sería amable. Sólo de la vida pública.

Las críticas al ex presidente son bien conocidas. Las privatizaciones amañadas y las licitaciones pactadas, el hermano encarcelado y el hermano asesinado, la corrupción familiar y los errores de pre-diciembre. Sin embargo, hay quienes piensan que Salinas es brillante y México necesita su cerebro. Pero, es una mente que miente. Al escucharlo vienen a la mente esas palabras de Maquiavelo: “Durante un largo tiempo no he dicho lo que creo ni he creído lo que digo, y si a veces logro decir la verdad, la escondo entre tantas mentiras que es difícil encontrar”. Más que cualquier otro motivo, Salinas miente para enlodar la reputación de Ernesto Zedillo y responsabilizarlo por una crisis que él contribuyó a crear.
Miente porque odia. Basta con examinar lo que dijo recientemente sobre la privatización de la banca. 1) Es equivocado pensar que la privatización inadecuada de los bancos durante su periodo produjo la crisis, ya que esa vino después; 2) Ernesto Zedillo avaló medidas propuestas por un gobierno extranjero, específicamente las altas tasas de interés; 3) En reuniones “secretas” orquestadas por el entonces Secretario del Tesoro, Robert Rubin, Zedillo aceptó una decisión impuesta de afuera y eso llevó a la extranjerización de la banca mexicana. Sobre las causas de la crisis bancaria, de las cuales Salinas no asume responsabilidad, está el texto de Stephen Haber “Why the mexican banks do not lend: The mexican financial system” (p. 206-207), en donde resume el argumento central de la vasta literatura sobre el tema: la ausencia de una regulación adecuada, los estándares laxos, el comportamiento poco profesional y poco transparente de los banqueros —permitido por el gobierno de Salinas— llevó al colapso del sistema bancario y obligó al rescate posterior.

Sobre las supuestas reuniones “secretas” entre el gobierno de Zedillo y las autoridades estadounidenses, basta con leer cuidadosamente las memorias de Robert Rubin, “In an uncertain world: Tough choices from Wall Street to Washington (p. 3-25)”. Allí, en efecto, Rubin escribe que “afortunadamente nadie los vio entrando y saliendo de Los Pinos”. Pero Rubin explica que la discreción era necesaria porque el gobierno de Clinton no quería que el Congreso de su propio país se enterara.
 Finalmente Clinton decidió otorgarle un préstamo a México a pesar de la reticiencia del Congreso estadounidense. México se enfrentaba a la posibilidad real del colapso total del peso y de la economía; las autoridades mexicanas habían perdido el control de las finanzas del país y no podían salir del hoyo que el gobierno de Salinas había cavado. Guillermo Ortiz le informó a Rubin que la ayuda del gobierno de Clinton era la única esperanza. A cambio, Rubin pidió —aunque Salinas lo niegue— una serie de cambios específicos y necesarios: una política fiscal y monetaria más fuerte, un tipo de cambio flotante, más transparencia en las finanzas y sí, tasas de interés altas para atraer capital y restablecer la confianza. Sin esas medidas, México no hubiera podido limpiar el tiradero que Salinas dejó.

Habría más que aclarar sobre las medias verdades salinistas. Pero no vale la pena. En lugar de escucharlo, yo voto por desterrarlo de la vida pública.— México. dorisarnez@yahoo.com.mx ————— *) Académica y periodista

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